¿Tienes a un RED DRIVER en la plantilla?

¡Lleva muchos años con nosotros!, ¡es mi mejor vendedor!, ¡nadie tiene tanta experiencia!, ¡es tan buena gente, ¡es de los que “hacen equipo”!

Este tipo de empleado suele ser muy efectivos en el desarrollo de su labor y ellos mismos confían tanto en sus capacidades y habilidades lo que puede dar lugar a que su percepción del riesgo disminuya en ciertas ocasiones. Esto finalmente puede traducirse en la asunción de comportamientos menos prudentes y efectivos.

Pero a veces, nuestro empleado modelo se convierte en un “RED DRIVER”, un conductor sobre el que ya se ha probado todo, cursos de conducción, concienciación, formación, multas… ¿Hay salida? Sí, la neurociencia está avalando que nuestro cerebro se puede entrenar.

Se puede trabajar, no solo es importante la formación, además de disponer de una serie de valores “éticos” que permitan ver las consecuencias negativas de una mala conducción para uno mismo o para el resto de usuarios, es necesario valorar la percepción del riesgo. Para ello lo necesario es que tanto la empresa como los trabajadores estén comprometidos.

El ser humano acepta cierto nivel de riesgo y actúa en función del mismo, es la teoría homeostática del riesgo por la que a medida que nos sentimos más seguros asumimos un nivel de riesgo mayor, y de ello deben de ser conscientes los conductores. De lo contrario, una sensación extrema de seguridad hará que nuestro comportamiento pueda convertirse en demasiado “temerario”.

Pero volvamos a nuestro RED DRIVER con una buena noticia, ¡el cerebro se puede entrenar!

Por mucho que le digamos a nuestro conductor que no corra, que sea prudente o que conduzca de una forma más defensiva, si él no percibe el riesgo en esa acción, si se siente seguro y se siente al mismo tiempo capacitado para hacerlo, lo va a seguir haciendo.

Hay que trabajar el cambio de actitudes ¿Cómo se puede hacer?

La estrategia es que la persona sea capaz de conducir de forma totalmente consciente, atenta y por lo tanto segura, es lo que llamamos un conductor “movefulness”, que se mueve de forma responsable, yendo más allá del mero desplazamiento, en el que él no es un elemento independiente del resto sino que forma parte de un sistema (el sistema vial en este caso) por lo que sus actos pueden tener consecuencias no solo para él sino también para el resto y que sea capaz de poner sus cinco sentidos en la propia conducción.

Estas técnicas se entrenan, se practican y, poco a poco, son interiorizadas por el conductor mediante un proceso que puede variar en el tiempo de un conductor a otro y cuyos resultados no solo mejorarán en su conducción sino que también este trabajo personal puede influir sobre su bienestar personal.

Imagen: Pixabay|jarmoluk

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