La influencia del estrés en la conducción
Las situaciones de tráfico en las que nos vemos inmersos diariamente generan en los conductores sensaciones, conductas y efectos que son negativos para la conducción.
El día a día, el ritmo frenético al que nos movemos, agendas apretadas y un sinfín de situaciones cotidianas genera en nosotros esa sensación de no llegar a tiempo, de falta de oxígeno y en definitiva de lo que conocemos como estrés.
¿Qué es exactamente el estrés?
Se trata de un proceso psicológico normal cuyo objetivo es el de dar respuesta a una situación. La fase problemática del estrés se produce cuando no sabemos o no podemos actuar de forma precisa ante una exigencia.
Este no saber cómo actuar de forma inminente genera un estado de alarma en cada individuo y su organismo se prepara física y mentalmente en muchas ocasiones para afrontar la peor de las soluciones.
Llegados a este puntos cabe hacernos algunas preguntas:
¿Realmente es necesario contestar o resolver la situación de forma inminente?
¿Le hemos dado a la situación la dimensión adecuada?
Y quizá debamos preguntarnos por cuáles son nuestras prioridades reales en cada momento y si son las mismas que cuando pensamos racionalmente.
¿Qué provoca el estrés en la conducción?
Podríamos decir que son las mismas circunstancias que en el resto de situaciones pero adaptadas a la tarea de conducir.
- Los cambios repentinos, por ejemplo salimos de una autopista y nos incorporamos a una carretera de alta montaña, estrecha con baches.
- La sobrecarga de trabajo, por ejemplo un repartidor que tiene que hacer muchas entregas en poco tiempo, o sencillamente un trabajador que sale tras una agotadora jornada laboral.
- La autoexigencia y la exigencia a los demás, el marcarse una meta difícil, por ejemplo llegar al destino a una determinada hora o en el caso de los demás cuando alguien comete un error mientras conduce y nos hace por ejemplo pisar el freno. Además de estrés se produce agresividad, lo cual es una mezcla muy peligrosa.
- Estímulos externos, si estos son excesivos genera problemas de atención.
- El riesgo hacia nuestra integridad y la de los nuestros. El tráfico de por sí implica riesgos para nuestra vida, cuando hay variaciones y notamos que aumenta el riesgo nuestro sistema de alarma se activa y buscamos dar una respuesta a esa nueva situación, esto es: estrés.
- Situaciones y acontecimientos externos. En muchas ocasiones ya nos metemos en el coche estresados, por una situación personal, por ejemplo una discusión con alguien o situaciones generales como la situación económica, política, etc..
Antes de llegar a lo que solemos denominar: “estar al borde”, pasamos por una serie de etapas.
En primer lugar pasamos por una fase de alarma en la que buscamos dar la respuesta al suceso, en principio racional, pero la necesidad de buscar una solución va dando paso a soluciones menos pensadas.
Seguida de esta fase nos encontramos con la fase de resistencia, en la cual prolongamos la situación de alarma, produciendo un desgaste que en muchos casos se manifiesta en problemas de salud como dolores de cabeza.
Por último acabamos en una fase de agotamiento, la cual tiene consecuencias para nuestro sistema inmunitario, el cual se debilita dolores musculares o trastornos digestivos entre otros.
El minuto STOP
Una técnica que trabajamos desde el Instituto de Movilidad Sostenible es lo que denominamos “El minuto STOP”. Consiste en tomarnos un tiempo antes de iniciar la marcha, es un momento de refelexión, de preparación del trayecto y de mentalizarnos de la tarea que vamos a realizar.
Este momento evita que iniciemos nuestra conducción de forma automática y distraída y no le prestemos la atención que se merece.
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